Atentado terrorista de Berlín

En este acto terrorista la izquierda española solo ve el rédito político que la ultraderecha puede sacar del atentado terrorista de Berlín.
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13/12/2016 - Un nuevo atentado terrorista ha sacudido Europa provocando la reacción inmediata de todo el mundo: los imbéciles que siguen queriendo luchar contra el terrorismo con buenismos y los que defienden que hay que hacer un frente común contra los moros.
Atentados terroristas en nombre de Alá
Sí, he dicho moros porque en España, durante muchos siglos, hemos llamado moros a todos los que en nombre de Alá someten a las mujeres como putas perras y quieren acabar contra toda civilización que no piense y rece como ellos.
No nos equivoquemos, no son muy distintos los persas, árabes, palestinos o marroquíes, todos son moros aunque reconozco que no todos son iguales, hay dos tipos de moros: los que ponen bombas y los que miran para la Meca.
De todas las reacciones públicas de estos días me llama la atención los voceros zurdosos, que sin ningún atisbo de vergüenza afirman que la ultraderecha intenta sacar rédito de este nuevo atentado perpetrado en nombre de Alá.
Estoy con ellos, efectivamente hay que ser muy canalla para sacar beneficio político de un atentado islámico.
Por cierto, hablando de sacar beneficio político, ¿aceptamos el 11-M como atentado islámico?
Así lo pienso y así lo digo - Juan Vte. Santacreu
Reflexiones sobre los atentados en nombre de Dios
En pleno siglo XXI, todavía vemos cómo se cometen atentados brutales en nombre de Alá. Explosiones, degollamientos, masacres indiscriminadas que, según sus autores, son actos de fe. Pero conviene recordar que esta monstruosidad no es exclusiva del islamismo radical. A lo largo de la historia, en nombre de Dios —de cualquier Dios— se han cometido auténticas atrocidades. Desde las Cruzadas hasta la Santa Inquisición, pasando por guerras santas, purgas, persecuciones y genocidios. Es como si invocar a Dios fuera, de algún modo, una licencia para asesinar.
El fanatismo religioso disfrazado de fe
Cuando una creencia religiosa se impone como verdad absoluta, sus fieles más extremistas tienden a perder la noción de los límites éticos. Todo lo que no se ajuste a su dogma es considerado enemigo, herejía o amenaza. Y al colocar esa creencia bajo el amparo divino, cualquier acción violenta deja de ser percibida como un crimen y se convierte en una supuesta «misión sagrada».
Así, el fanático no mata en nombre de sí mismo, sino en nombre de Dios. Se desliga de la responsabilidad individual, se ampara en la supuesta voluntad de un ser supremo. Y como Dios no puede ser cuestionado, tampoco lo pueden ser sus «representantes» o sus «creyentes». Este mecanismo mental convierte el asesinato en algo permitido y glorificado.
En el nombre de Dios no es exclusivo de una religión
La utilización del nombre de Dios no es un fenómeno exclusivo del islam. Basta recordar la Santa Inquisición, que durante siglos torturó, quemó y ejecutó a miles de personas por no seguir al pie de la letra la doctrina oficial. También las Cruzadas, emprendidas por la Iglesia con el pretexto de «recuperar Tierra Santa», pero que sirvieron para justificar guerras de conquista, saqueo y expansión territorial.
Más recientemente, movimientos extremistas cristianos en Estados Unidos han cometido atentados contra clínicas de aborto, invocando textos bíblicos. Sectas destructivas han llevado a suicidios masivos, asesinatos rituales y fanatismo delirante. Incluso en conflictos aparentemente políticos, como el de Irlanda del Norte, la religión ha sido usada como bandera divisoria para justificar violencia.
El patrón se repite: en todas las religiones, cuando el dogma sustituye a la razón y la espiritualidad se transforma en poder, la fe deja de ser consuelo y se convierte en arma.
¿La religión tiene la culpa de las atrocidades humanas?
No necesariamente. Muchas religiones predican el amor, la compasión y la paz. El problema no está en la creencia en sí, sino en su interpretación radical, literal o interesada. La religión, en manos de personas de buena voluntad, puede ser una fuente de consuelo, esperanza y comunidad. Pero en manos de fanáticos, o de quienes buscan poder, se transforma en un instrumento de manipulación, violencia y sometimiento.
Dios, como concepto, es in tangible, incuestionable, omnipotente. Y precisamente por eso, es la coartada perfecta para los crímenes más horrendos. Nadie puede pedirle explicaciones, pero muchos se sienten autorizados a hablar en su nombre.
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Nuestra propuesta del día:
Los dialectos tribales como arma de los separatismos -- En su día muchos pensaban que era una riqueza cultural valiosísima y hoy en día solo los tontos útiles lo siguen pensando pero los dialectos en España son el arma más valiosa de los enemigos de España y es un atentado terrorista contra la unidad de España. Esto no es un concepto trasnochado de los nostálgicos del pasado, la unidad es el pilar de todos los países.
1607 - Ahora vamos a trabajar el aislamiento. Una vez construida la cúpula, puedes agregar una capa adicional de barro mezclado con más paja o serrín para aislar mejor el calor.
♦ Algunos datos más ►
No hay mayor blasfemia que matar en nombre de un ser que supuestamente representa la vida. No hay mayor contradicción que predicar el amor mientras se empuña una espada o se detona una bomba. Y, sin embargo, seguimos permitiendo que quienes usan a Dios como bandera del odio encuentren en Él una justificación impune.
La historia debería habernos enseñado a desconfiar de quien afirma tener línea directa con el cielo, especialmente si lo hace con las manos manchadas de sangre. Y a pesar de ello, seguimos repitiendo el mismo error: dar poder a quienes utilizan lo sagrado como excusa para destruir lo humano.