Carta para el profesor Juan Carlos Monedero

· Reflexión profunda sobre la falta de pluralismo en la universidad, a partir de la carta abierta de José Antonio Miralles a Juan Carlos Monedero.
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12/7/2025 ― La carta abierta que José Antonio Miralles dirige a su antiguo profesor, Juan Carlos Monedero, representa algo más que una recriminación personal: es un testimonio emocional y político sobre el ambiente universitario que vivió en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Escrita desde la distancia física y cronológica, esta carta pone de manifiesto el conflicto latente entre libertad de pensamiento y hegemonía ideológica en el seno de una institución que debería fomentar el debate plural y el pensamiento crítico.
Carta de José Antonio Miralles a Juan Carlos Monedero: una denuncia del adoctrinamiento ideológico en la universidad pública
La carta adquiere especial relevancia por su tono sincero, su carga testimonial y el valor simbólico de denunciar —desde dentro y con conocimiento de causa— lo que el autor describe como un régimen universitario de extrema izquierda, intolerante hacia cualquier disidencia.
Este trabajo tiene como propósito analizar y razonar los argumentos esgrimidos por Miralles, atendiendo tanto al contenido como a las formas, para valorar si su denuncia puede considerarse un caso aislado o si, por el contrario, revela un problema estructural más amplio en el ámbito de la educación superior en España. También se reflexionará sobre el papel de los docentes, la legitimidad del activismo político en el aula y la responsabilidad de las universidades como espacios de libertad intelectual.
Contextualización de la carta a Juan Carlos Monedero
Juan Carlos Monedero es una figura ampliamente conocida en el ámbito académico y político español. Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, fue uno de los fundadores del partido Podemos y asesor de gobiernos latinoamericanos afines al socialismo del siglo XXI, como el de Hugo Chávez en Venezuela. Su figura, admirada por unos y rechazada por otros, ha estado siempre asociada a una visión ideológica concreta, que ha trasladado tanto a su faceta como docente como a su labor política.
José Antonio Miralles, por su parte, se presenta en la carta como un exalumno de Monedero que cursó sus estudios en la Facultad de Políticas durante la juventud del autor. Años más tarde, ya profesional establecido fuera de España, decide escribir a su antiguo profesor para plasmar lo que considera una verdad silenciada: la transformación de una facultad en un “laboratorio ideológico” donde la pluralidad fue sustituida por el dogmatismo.
El marco temporal parece situarse entre finales de los años 90 y principios de los 2000, una época en la que ya se vislumbraba una politización creciente en algunas facultades públicas, especialmente en ciencias sociales y humanidades. En ese contexto, Miralles recuerda la facultad de Somosaguas como un entorno hostil para quienes no compartían las ideas dominantes, y compara su vivencia con la de una minoría reprimida. Su relato no se dirige únicamente a Monedero como individuo, sino a un sistema de poder académico que, según él, usurpó el espacio del debate y la libertad.
Análisis del estilo y tono de la carta de José Antonio Miralles a Juan Carlos Monedero
La carta está escrita en un tono personal, directo y, en muchas ocasiones, irónico. La elección del formato epistolar refuerza el carácter testimonial del texto y lo convierte en una interpelación frontal, sin intermediarios. El autor utiliza un recurso retórico recurrente —“hago memoria”— como ancla narrativa, y cada una de esas evocaciones va revelando una parte del “régimen universitario” que denuncia.
El uso de comparaciones y metáforas es constante: habla de “apartheid ideológico”, “laboratorio bolivariano”, “nido de serpientes” y “castas hindúes”, entre otras imágenes que buscan acentuar la gravedad de lo vivido. Aunque estos recursos pueden parecer exagerados, no se emplean de forma gratuita: tienen una función expresiva clara y reflejan la vivencia de sentirse acosado, silenciado o excluido.
También destaca el sarcasmo, como cuando afirma que acabaría siendo del Barça si Monedero fuera antibarcelonista, en referencia a la influencia contraria que ejercía el ambiente autoritario en su propia evolución ideológica. El estilo, pues, combina una fuerte carga emocional con una estructura clara y progresiva que va de lo anecdótico a lo sistémico.
Razonamiento sobre los argumentos principales de la carta a Monedero
Uno de los ejes centrales de la carta es la denuncia del adoctrinamiento en el aula. Miralles afirma que las clases se convirtieron en “cursos de adoctrinamiento comunista”, y que no se permitía una disidencia real. Este señalamiento plantea una cuestión de fondo: ¿dónde está el límite entre la libertad de cátedra y el adoctrinamiento ideológico? La primera protege al profesor para enseñar con autonomía; la segunda transforma la enseñanza en imposición. Si el alumno no puede disentir sin represalias, la frontera se ha cruzado.
El autor narra que votar al PP era “como salir del armario”, y que llevar un periódico como El Mundo o el ABC podía acarrear insultos. Esta atmósfera de vigilancia ideológica sugiere un entorno donde la libertad de pensamiento no se garantiza. Cuando la pluralidad es sustituida por una única visión, se incurre en una forma de represión suave, no física pero sí cultural y académica. El miedo a discrepar inhibe el pensamiento crítico y empobrece la formación intelectual del alumno.
Miralles recurre a comparaciones potentes: se compara con un gay en Irán, un negro en el apartheid o un intocable en la India. Puede parecer una exageración, pero esas imágenes no pretenden ser literales, sino transmitir la vivencia subjetiva de marginación por motivos ideológicos. Denuncia una asimetría de poder: los profesores (brahmanes) pueden castigar el pensamiento disidente con suspensos, marginación o desprecio.
Miralles señala que los profesores —no solo Monedero— usaban las clases como tribunas políticas. La Facultad de Ciencias Políticas debería ser el lugar más proclive al debate plural. Sin embargo, según el autor, solo se permitía una respuesta válida: la del dogma oficial. Esto traiciona el propósito educativo de la universidad, que no es formar militantes, sino ciudadanos críticos capaces de pensar por sí mismos.
El autor también denuncia la presión ejercida por los propios compañeros de clase, en forma de insultos, ridiculización y hostigamiento. Esa presión no necesita del profesor para ser eficaz: crea un clima de autocensura donde el alumno opta por callar. Aquí, la represión no es explícita, pero sí estructural. Se da por aceptado que discrepar es sinónimo de traición al colectivo.
La carta de Miralles, más allá de sus formas subjetivas o retóricas, plantea preguntas incómodas. ¿Se puede hablar de libertad académica en un entorno donde no se permite la disidencia? ¿Qué ocurre cuando el docente actúa más como activista que como formador? ¿Y cómo afecta ese sesgo al desarrollo intelectual de los estudiantes?
Es importante reconocer que la universidad no puede ser un espacio ideológicamente neutral, porque el pensamiento crítico exige confrontación de ideas. Pero precisamente por eso, debe garantizarse un entorno plural, donde coexistan diversas perspectivas y donde el desacuerdo no se penalice. Si un alumno teme suspender por expresar ideas contrarias al profesor, el sistema ha fallado.
La dureza del tono de Miralles puede parecer excesiva, pero responde al dolor acumulado de sentirse marginado. Su valor radica en que no es un testimonio de oídas, sino de alguien que estuvo allí, que vivió esa experiencia y que la ha madurado con el paso del tiempo. No es una pataleta juvenil, sino una reflexión adulta que busca advertir de los peligros de ideologizar la enseñanza.
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♦ Algunos datos más ►
La carta de José Antonio Miralles no solo interpela a Juan Carlos Monedero, sino a toda una estructura universitaria que, según él, ha perdido su esencia crítica en favor de una hegemonía ideológica disfrazada de progreso. Su denuncia nos obliga a reflexionar sobre qué universidad queremos: ¿una que forme en el pluralismo o una que reproduzca dogmas?
El testimonio de Miralles puede incomodar, pero su lectura es necesaria. Nos recuerda que el pensamiento libre no nace del consenso forzado, sino de la fricción de ideas diversas. Que la universidad no debe ser el templo de ninguna ideología, sino el crisol de todas ellas. Y que cuando los profesores olvidan su papel como formadores para convertirse en comisarios políticos, la enseñanza se convierte en militancia, y el conocimiento en propaganda.