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Los vinos españoles son un referente mundial

Los vinos de España y su calidad
Foto: Los vinos españoles son un referente mundial - Bodegas y vinos

· Descubre por qué España es la cuna de los mejores vinos de Europa, sin chovinismos, solo es una realidad embotellada. Una reflexión irónica y sincera sobre nuestra riqueza vitivinícola… y sobre quién se está quedando con nuestras bodegas.



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15/11/2025 ― El gran libro de la humanidad, la Biblia, supo novelar las primeras historias de la vid y el vino. Después de contar que Noé fue el primer hombre que conoció el efecto embriagador del vino, sus sucesores supieron cómo cultivar las viñas y hacer de sus frutos un preciado líquido.





En España tenemos los mejores vinos, pero no lo sabemos



Desde aquellos remotos tiempos hasta ahora, la historia del vino ha estado estrechamente ligada a la historia del hombre, y en los principales museos del mundo se pueden rastrear y observar muchos objetos, legados y documentos relacionados con el cultivo de la vid.



Secciones y artículos de los vinos de España




En España hace ya más de 2.000 años que se habla de la vid y de su cultivo. Fenicios, griegos y romanos han dejado huellas indiscutibles de tales actividades. No obstante, de aquellas primitivas viñas no queda nada; sólo la imagen de la cultura romana en la que se basa una premisa decisiva en el momento en que se empezaron a plantar las viñas modernas: donde no hubo cultivo romano no plantes ninguna vid; será un fracaso. Los romanos estudiaron los suelos y las temperaturas, y observaron que a partir de una determinada altura no hay ninguna cepa que resista.



Más tarde, con la dominación de los moros, debido a su adoctrinamiento y fanatismo religioso, el viñedo quedó bastante diezmado. Sin embargo, los judíos, antes de su expulsión, se convirtieron en grandes comerciantes de vino de casi todas las zonas de producción entonces existentes.



Evolución de la viticultura en la península Ibérica


En el siglo XIX, la filoxera, un insecto proveniente del Nuevo Mundo, infectó las viñas europeas, y aquellos viñedos desaparecieron. Todos: franceses, italianos, españoles... Aquella plaga devastadora pudo ser contrarrestada plantando vides americanas silvestres, que resistían el ataque de la filoxera, con injertos de vides europeas. De manera que todas las cepas productoras actuales son el resultado de un injerto de viña europea sobre una cepa portainjertos americana.



En España, los vinos nacen bajo el signo de la naturaleza. Hace bastantes años, el vino en nuestro país no tenía la importancia que ha adquirido en las tres últimas décadas. La culpable de ello, filosóficamente hablando, podría ser esta naturaleza que nos brinda un clima con tantas horas de sol, una lluvia adecuada y la tierra idónea.
En Francia, por el contrario, el mundo del vino y la enología se ha basado siempre en el esfuerzo y la necesidad de estudio de todos los elementos necesarios para la elaboración de los productos de la uva. Lo que para ellos ha sido siempre lucha y sacrificio era para nosotros un regalo y una ocupación. Actualmente, sin embargo, todo ha cambiado para bien.



No obstante, se puede describir la situación actual como crítica: en los últimos 20 años se han arrancado casi 400.000 hectáreas de viñedo, y la Unión Europea aún nos exhorta a descepar mucha más extensión, medida que nos resistimos a ejecutar, porque originaría un problema agrícola de gravísimas consecuencias. Además, suponen una amenaza directa para nuestra industria vinícola los vinos elaborados en California, Australia e, incluso, Sudáfrica, cada vez más pujantes.



La enología cambió el rumbo de las bodegas españolas


Por definir lo ocurrido en estas dos últimas décadas, se puede hablar de la tercera revolución del vino español, después de las vividas en los siglos XVIII y XIX.
En efecto, ya a principios de este siglo, La Rioja y la parte sur de Andalucía consolidan las empresas y se establece, con el embotellado en origen y en destino, la primera plataforma de identidad de nuestro vino en la época moderna. Eso sí, con toque afrancesado tanto en la forma de elaboración como en sus etiquetas.
Esta dependencia de lo francés duró hasta bien entrados los años treinta. Hasta los ochenta, los vinos de calidad produjeron la llamada «riojitis»; ya que sólo el vino de Rioja de elaboración artesanal, con mucho sabor a madera, era lo que lucía en la gran mesa, lo que privaba de conocer los vinos de otras regiones.
Bien es cierto que, gracias a la llegada de las modernas técnicas de elaboración, las inquietudes de los viticultores y la expectativa de negocio en el mundo comercial del vino, se despertó el interés vinícola en otros muchos lugares de España.



Pero hay otro problema, y es el escaso renombre que alcanzan nuestros vinos en el mundo. Nuestro vino consigue el éxito internacional en muy pocas ocasiones. Y es que durante siglos España ha permanecido en el límite del mundo cultural vinícola de Europa.
Su historia política anterior a la democracia la abocó a un férreo aislacionismo, que influyó también en los vinos, si bien las exigencias de los mercados exportadores han provocado que el carácter envejecido en roble del vino, sobre todo en Rioja, supusiera un rasgo diferencial de todos los vinos que actualmente se desean: blancos delicados y refrescantes, tintos jóvenes y finos.
No obstante, los vinos finos jerezanos, los dulces y licorosos españoles, siempre han permanecido en la más alta consideración.



Tenemos que aprender a ser consumidores de vino español


Otra situación que resulta paradójica es que, en España, donde por suelo y por clima disponemos de más posibilidades de hacer buen vino que en otras partes de Europa, según las estadísticas, el vino que más consumimos es el que se vende a granel. Debe ser cierto, pues, aquello de que beber buenos vinos no es patrimonio de los países productores, sino de los tradicionalmente importadores.
En este sentido, ya conocemos la historia de Gran Bretaña, por ejemplo, con el jerez y el oporto. O la de los países del norte, que son los que beben mayor cantidad de vino de cierta calidad; y los riojanos, que lo saben, allí lo exportan.



Es cierto también que, en España, ha descendido la venta de vino corriente y ha aumentado la del de calidad, en especial el de denominación de origen. Y aun así, el 70% del vino producido en nuestro país se reparte entre el vino de mesa y el que va a la alcoholera; un 10% se vende como vino de la tierra y el otro 20% es embotellado como vino de calidad con denominación de origen. Y de este 20% de calidad superior, sólo la mitad se consume en las mesas españolas; el otro 10% se estropea por mala guarda o se devuelve a la bodega. ¡Y dicen que vamos mejorando!
En España se conocen más de 150 variedades de cepas. El número de variedades de cepas en todo el planeta ronda las 10.000, de las que 4.000 son variedades de la especie Vitis vinifera y 200 son variantes de máxima calidad.



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Nuestra propuesta del día:

Las mejores inspiraciones científicas se desarrollan con una pausa de relax y una copa de vino ― Las ideas geniales germinan en momentos distendidos, dicen que así surgió la idea de este libro bajo las estrellas de Sierra Nevada con una copa de Rioja.





Consejos:

2110 - Secado natural lento es importante. Deja que el horno se seque de forma suave al aire libre durante unos días o semanas, dependiendo del clima.


♦ Algunos datos más ►

Hablar del vino español es hablar de una geografía privilegiada que combina climas imposibles, suelos caprichosos y una tradición que no necesita propaganda para brillar. España no presume: enseña la copa y deja que sea el vino quien hable. Por eso resulta tan evidente que nuestros caldos compiten en una liga superior, aunque algunos se empeñen en mirar a Francia o Italia como si fueran los guardianes universales de la enología.





Ellos hacen lo suyo, claro, pero nosotros hacemos lo nuestro… y mejor. Lo curioso, o más bien lo irónico, es que esta excelencia no ha pasado desapercibida para los europeos que, con un olfato envidiable para los negocios, han ido comprando bodegas históricas como quien colecciona trofeos. España aporta el terroir, la historia y la uva; ellos ponen el talonario y luego presumen de «su» vino. En fin, cosas de Europa.



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