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Nuestro perdido edén


Nuestro perdido edén - Juan Manuel de Prada
Foto: Juan Manuel de Prada - Artículos de opinión

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A veces me siento como un perfecto imbécil defendiendo
el español en España
.– JV Santacreu

En Periodista Digital publiqué una pequeña reflexión "Defendiendo el español con mariconadas" en contestación a un artículo en el ABC de Juan Manuel de Prada. Os lo dejo aquí para que el tiempo no olvide lo que un día advertí y Alfonso Rojo borró y eliminó de Periodista Digital para no encabronar, supongo, al Partido Popular.

Juan Vte. Santacreu 13/04/2015 - Es evidente que mi admirado Juan Manuel de Prada es una de las mejores plumas de esta Cosa que algunos se empeñan en llamar país. Y además de buen escritor, es español por los tres costados. Bueno, en esto no es tan especial, es como la mayoría de escritores y periodistas de aquí, español y muy machito de Pirineos para fuera, pero aquí callando y mirando al limbo.

En uno de sus últimos artículos relataba con excelente maestría y con gran patriotismo exacerbado cómo los españoles permitimos, o toleramos, que Filipinas soterrara el español con el inglés. Claro, esta imbecilidad ocurrió hace más de cien años.

Lo que yo me pregunto todos los días es por qué nadie denuncia el aniquilamiento silencioso del español que ocurre hoy en día y aquí, en esta Cosa, ya que nos pilla más cercano en espacio y tiempo. Y que nadie caiga en el error de pensar sólo en Cataluña, porque mientras los catalufos se pasan el día ladrando y los catalanes callando o hablando de mariconadas como el trilingüismo, Galicia, Valencia, Baleares y Vascongadas van haciendo caminito sin retorno.


¡¡A ver si los señores de las letras si se enteran de una puñetera vez!!
En ninguna Autonomía con dialecto propio se puede estudiar Conocimiento del Medio –Naturales y Sociales- en español. De todo el currículo educativo estas son las únicas asignaturas que aportan cultura general a nuestros jóvenes y las tienen que estudiar en unos dialectos tribales, que aparte de legitimar a sus Reinonas autonómicas y para ir a comprar pan, no sirven para nada.

Imagina a un chaval valenciano estudiando los huesos de cuerpo humano en catalán o las partes de las plantas, flores, ríos, etc. en catalán y por supuesto sólo las de su Comunidad Autónoma. ¡¡Manda cojones!! Y mientras tanto, todos callados como putas bien "pagás" para no molestar a sus "chulos" y para no perder la clientela sin darse cuenta de que hace tiempo perdieron la dignidad.

Mientras los imbéciles buscan a Cervantes bajo tierra no les preocupa que se entierre al español en su propia tierra.

Así lo pienso y así lo digo.

Juan Vte. Santacreu 13/04/2015

Juan Manuel de Prada - Nuestro perido edén

- 21/03/2015 - Hoy los filipinos ni siquiera pueden leer a sus hijos más ilustres en la lengua en la que se expresaron.

Se cumple este año el 450º aniversario de la expedición marítima capitaneada por Miguel López de Legazpi, español de Zumárraga, con destino a las islas Filipinas. El hidalgo Legazpi, acompañado del agustino Andrés de Urdaneta, logró incorporar la perla del mar de Oriente a los dominios españoles sin pegar un solo tiro, fundó Manila, se preocupó de propagar en estas tierras la verdadera fe y murió pobre, pero en paz con Dios. Así eran los españoles de antaño; y mientras no volvamos a ser como ellos no seremos nada, sino cagarrutas desnaturalizadas y peleles que bailan al servicio de intereses extranjeros, en un tiquitaca de inanidad que da grima.

Recuerdo a Legazpi desde Manila, donde acabo de rezar ante su tumba, en la iglesia de San Agustín, en Intramuros, una joya del arte hispanofilipino que milagrosamente sobrevivió a la sórdida dominación americana, que quiso borrar el legado español en el archipiélago (empezando por nuestro idioma); pero que, a la postre, no pudo arrasar el tesoro más precioso que dejamos allá, la religión católica, que los filipinos siguen profesando mayoritariamente, pese al enjambre de sectas pestilentes que los invasores pretendieron implantar, para destrucción de este pueblo bendecido con tantos dones. A Manila he venido, invitado por el Instituto Cervantes que en su sede de Manila dirige el abnegado Carlos Madrid, a dar a conocer mi novela «Morir bajo tu cielo», en la que celebro la hermandad hispanofilipina. Mi visita a Manila, organizada con el más exquisito de los cuidados y la más generosa dedicación por mis anfitriones, me ha confirmado que el destino español es la Hispanidad; y que sólo cuando España vuelva a asumir este destino ultramarino, volviéndose hacia pueblos a los que llevó su sangre, su idioma y su fe, podrá volver a encontrarse consigo misma y renegar del extravío al que la ha conducido la quimera europeísta.

Varias generaciones de filipinos han sido educadas, por designio yanqui y masónico, en el odio antiespañol, fundado sobre mentiras desquiciadas que, sin embargo, han envenenado el alma de este pueblo admirable y hospitalario; y, de este modo, «nuestro perdido edén» se ha convertido en el patio trasero de los Estados Unidos, que siguen ejerciendo aquí su proterva influencia, mientras destruyen las agónicas tradiciones hispanofilipinas con el vómito hórrido del american way of life. Pero basta visitar cualquiera de las iglesias erigidas durante la época española, o pasearse entre los anaqueles de la biblioteca de la Universidad de Santo Tomás (la más antigua de Asia), o comprobar cómo la sangre española y la sangre filipina se anudaron para soñar la bellísima raza mestiza para que confirmemos que fue durante los siglos en que Filipinas fue provincia española cuando alcanzó su mayor esplendor, y cuando florecieron sus hijos más ilustres, que emplearon la lengua española como expresión de sus más íntimos anhelos. Ciertamente, los españoles cometimos muchos errores en Filipinas, como en otros pedazos de nuestra alma, que es la Hispanidad; pero ese rosario de errores palidece ante el caudal infinito de riquezas espirituales que supimos fraguar, en alianza con los pueblos con los que sellamos un pacto de sangre. Hoy los filipinos ni siquiera pueden leer a sus hijos más ilustres en la lengua en la que se expresaron; y España debería preocuparse de reintegrársela, a modo de luz que exorcice las tinieblas yanquis. Es un acto de justicia histórica que nos devolvería la conciencia de lo que somos: un pueblo que necesita volver a sellar un pacto de sangre con sus hermanos ultramarinos, si no desea perecer, convertido en felpudo del Nuevo Orden Mundial.
Juan Manuel de Prada - ABC

¡¡Todo esto está ocuurriendo hoy en día en España y no oigo decir nada a ningún escrtor de España!!


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